Carta Informativa sobre el Pbro. Carlos Urrutigoity
13 de noviembre de 2008
El Padre Carlos Urrutigoity es un sacerdote incardinado en mi Diócesis de Ciudad del Este, Paraguay, y es Superior de las Comunidades Sacerdotales de San Juan. Recibí a estas Comunidades a pedido de la Santa Sede, por una carta del Cardenal Francis Arinze, de fecha 2 de abril 2005.
Desde el 2001 hasta el 2005 hubo una fuerte campaña de difamación en Internet contra este sacerdote, al que se lo acusaba de supuestos abusos de orden sexual. Como este material ha comenzado a ser difundido por algunos inescrupulosos entre los fieles de Ciudad del Este, es mi responsabilidad dejar bien en claro la verdad del caso.
He dedicado mucho tiempo y energía a investigar el caso del Padre Carlos Urrutigoity. Dado el carácter dramático de las acusaciones aparecidas en Internet, era mi deber como Obispo estar seguro de su inocencia antes de aceptarlo definitivamente en mi Diócesis. Además, me resultó un caso muy interesante porque soy abogado civil y tengo un doctorado en derecho canónico. Por lo tanto, me informé detalladamente de los pormenores del caso y consulté con personas expertas, tanto en lo profesional jurídico como en la vida sacerdotal y religiosa, quienes al mismo tiempo conocían en profundidad todo el asunto. Ellas también me recomendaron encarecidamente a las Comunidades de San Juan, y al Pbro. Urrutigoity en particular. Trabajé en esta materia estrechamente con el Nuncio Apostólico, quien estuvo siempre muy bien informado de todo, y sólo procedí con su permiso. Estoy seguro no sólo de la inocencia del Padre Urrutigoity, sino de su idoneidad para el ministerio sacerdotal –todos hemos comprobado aquí en Ciudad del Este que es un muy buen sacerdote, fiel a su vida de oración y dedicado por completo al trabajo con los fieles.
Contra lo que se lee en Internet, lo primero que hay que afirmar es que no hay, ni hubo nunca ningún proceso penal contra el Pbro. Carlos Urrutigoity, ni en la justicia civil ni en la de la Iglesia. Esto se debe a que, a pesar de la cantidad de alegatos que aparecen en Internet (todos orquestados por una misma fuente), la justicia de los EE.UU. y la eclesiástica comprobaron que no había acusaciones fundadas y creíbles de abuso sexual contra menores –de hecho, ningún menor acusó jamás al Padre de algo semejante.
Todos sabemos que hubo recientemente en EE.UU. una gran campaña de acusaciones contra sacerdotes, investigadas a fondo por la justicia civil y eclesiástica, bajo la fuerte presión de la prensa. Las supuestas acusaciones contra este sacerdote fueron también investigadas, independientemente, por dos fiscales de distrito en el Estado de Pensilvania. Como es de público conocimiento por las declaraciones a la prensa que en ese momento hicieran las oficinas de los fiscales, no se procedió con ningún proceso penal, por falta de mérito, es decir, porque no había ninguna acusación seria y creíble.
En cuanto a la justicia de la Iglesia, el Dicasterio con competencia propia sobre esta materia es la Congregación para la Doctrina de la Fe. Esta Congregación, después de una exhaustiva investigación tanto en los EE.UU. como en Roma, se expidió sobre el caso en cuestión en carta a Mons. Joseph Martino, Obispo de Scranton, de fecha 20 de julio de 2005 (Prot. N. 238/2004-21480), no dando siquiera lugar a un juicio canónico contra el Pbro. Carlos Urrutigoity porque, a pesar de lo que se decía en Internet, no había una sola acusación de menores contra el sacerdote: «Es evidente por la información contenida en las Actas que no ocurrió ningún delito canónico, y, [consiguientemente] ningún proceso judicial penal puede ser iniciado»(1).
Ya Mons. James Timlin, cuando era el anterior Obispo de Scranton –la Diócesis de origen del sacerdote en cuestión– realizó investigaciones intensivas de las primeras acusaciones que ahora aparecen en Internet como «probadas» cuando, en realidad, quedaron por completo desechadas. El Obispo investigó el asunto personalmente, asistido por el abogado civil de la Diócesis, por su Obispo auxiliar y por su Vicario para el Clero. La información obtenida fue, después, evaluada para mayor objetividad por el Consejo Independiente de Revisión Diocesano, formado por laicos notables del lugar, en noviembre de 2001. El resumen de lo discutido fue escrito por el Sr. James Early, Canciller diocesano: «Se dejó en claro “que no había ninguna queja explícita y directa acerca de actividad sexual inapropiada de la parte del Padre Urrutigoity”»(2).
Consiguientemente, el Obispo Mons. James Timlin, en reiteradas oportunidades, expresó en público y por escrito su convencimiento moral de que dichas acusaciones, y otras alegadas después, eran no sólo falsas, sino aún motivadas por intereses económicos y por venganzas personales, apoyadas por una fuerte campaña de calumnias que duró más de cuatro años, tanto en el Internet como en la prensa local. Cito por brevedad sólo una de sus declaraciones de prensa, la del 15 de febrero de 2002: «Como Obispo de Scranton, continúo dando mi apoyo de todo corazón a las Comunidades de San Juan durante estos tiempos tan difíciles. Ruego encarecidamente a todos que no juzguen negativamente esta materia en lo que concierne a estos alegatos sin comprobar antes todos los hechos. Es muy difícil y confuso conocer los hechos debido a las falsas acusaciones que están siendo hechas por enemigos de las Comunidades. Las Comunidades se encuentran en este momento bien y merecen el apoyo de sus amigos»(3).
La Diócesis de Scranton recibió también una numerosísima correspondencia con testimonios muy positivos de los ex-alumnos, padres, directivos, colegas y fieles de las Comunidades de San Juan, en apoyo del Pbro. Carlos Urrutigoity y de los otros miembros de dicha institución. Estos fieles, espontáneamente o en respuesta a las investigaciones oficiales de la misma Diócesis, afirman no sólo la inocencia del mencionado presbítero, sino también su probidad moral y espiritual, y los excelentes frutos de su labor apostólica.
Como es de norma en estos casos, se procedió también a extensas evaluaciones sicológicas del Padre Urrutigoity. Para mayor objetivad e independencia de criterios, hubo dos evaluaciones independientes de una semana cada una: una llevada a cabo por el Rev. Padre Benedict Groeschel, sacerdote franciscano y psicólogo de reconocida trayectoria en los EE.UU., y la segunda, por el Instituto Psicológico Southdown, de Canadá. Las dos coinciden categóricamente en la clara heterosexualidad del sacerdote, y en que no se presentan patologías. Para no extenderme indebidamente, cito sólo un pasaje de los informes (Fr. Benedict Groeschel, CFR, Ed.D., Counseling Psychologist, 27 de octubre 2001): «En lo que concierne a las inquietudes suscitadas contra él acerca de inmoralidad sexual que algunos han alegado, no se encuentra ningún indicador de algo de este tipo… algunos conservadores de extrema derecha son tan paranoicos que son perfectamente capaces de asesinar el buen nombre de alguien, sin absolutamente ninguna prueba más que sus propias sospechas… No he visto nada en estos tests e informes que pueda señalar el menor indicio de tendencia homosexual».
Finalmente, quiero dar mi testimonio personal. He conocido al Padre Urrutigoity y a su familia desde 1991. A esto se ha agregado la experiencia directa que he tenido de él como sacerdote en el ministerio que ha ejercido, bajo mi directa supervisión, durante estos tres años en mi Diócesis. Durante dos de esos tres años, él ha vivido conmigo en el Obispado. Debo destacar su correctísimo comportamiento sacerdotal, su eficacia pastoral y delicada obediencia. He recibido también el testimonio muy positivo de muchos fieles que lo han conocido aquí en Paraguay. Además, quisiera expresar mi admiración por la calidad espiritual y humana de los miembros de las Comunidades de San Juan que han acompañado al Pbro. Urrutigoity en mi Diócesis.
En mis recientes viajes a Roma, conversé largamente de este asunto con el Cardenal Darío Castrillón Hoyos, Presidente de la Pontificia Comisión «Ecclesia Dei», y con el Vicepresidente de la misma Comisión, Mons. Camille Perl. Ambos me agradecieron lo que—por sugerencia de ellos—yo fui haciendo con los miembros de las Comunidades de San Juan. Ya he señalado también que fui informando al Nuncio Apostólico con todo detalle acerca de este caso, y no procedí sino con su aprobación. Tengo en mis archivos copia de todo lo que he citado aquí, incluso los testimoniales numerosísimos de alumnos y fieles.
Coincido con el Obispo James Timlin que, en el fondo, la campaña de calumnias (¡mas de 500 páginas de emails y artículos de Internet orquestados por una persona!) contra el Pbro. Carlos Urrutigoity tuvo por motivo venganzas ideológicas y fuertes intereses económicos.
Quiero asegurar a todos que jamás he protegido o encubierto a alguien culpable de ningún crimen. Mi trayectoria en estos casos es muy clara, especialmente en lo que se refiere a sacerdotes con acusaciones de abuso sexual. En los tres casos en que me ha tocado juzgar y hallar culpable a alguien, actué con toda firmeza jurídica – uno de ellos se hizo muy notorio en la prensa local porque se trataba de Saltos del Guairá. Pero así como no he dudado en condenar al culpable, jamás castigaré a un inocente, víctima de calumnias. Estoy seguro de la inocencia del Pbro. Carlos Urrutigoity y tengo evidencia de su muy positivo trabajo sacerdotal. La Iglesia necesita de muchos y buenos sacerdotes, y no voy a sacrificar a ninguno bueno, por más fuertes que se desaten las tormentas contra ellos.
Es muy cierto que ha habido casos de verdaderos abusos dignos de condenación. Pero también ha habido sacerdotes y religiosos inocentes condenados por falsas acusaciones y campañas de calumnias. La inocencia se presume, y en este caso, ha quedado probada después de mucha investigación, tanto a nivel de la justicia civil de los EE.UU. como la de la Iglesia.
La Iglesia necesita de muchos y buenos sacerdotes. Defendamos a los que tenemos y esperemos del Señor que multiplique en el futuro santos ministros sagrados.
+Rogelio Livieres
Obispo de Ciudad del Este
(1) «It appears from the information in the Acta that no canonical delict occurred, and no penal judicial process can be initiated».
(2) «It was noted that there was the ‘absence of any explicit and direct complaint about improper sexual activity on the part of Father Urrutigoity’».
Fuente: sitio internet oficial de la Diocesis de Ciudad del Este
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